El abanico es amplio: desde los callejeros que cobran lo que me quieras dar; pasando por los hipermasculinos,
buscados por gays y alguna que otra mujer en las calles, por teléfono o internet, y cuyas tarifas
pueden llegar a los 2 mil pesos; hasta los sexoservidores con imagen femenina,
como las vestidas y los maniquíes, demandados por bisexuales y
homosexuales de clóset a precios que rara vez bajan de 700 pesos.A pesar de la diversidad en
la prostitución masculina, muy pocos son los que logran salir de la calle y
convertirse en profesionales del sexo comercial a muy alto nivel. Y los
problemas de todos son idénticos: intentos de violencia, extorsión y riesgos de
contraer VIH-Sida
Son las 22:30 horas en un punto
cualquiera del llamadocircuito, entre los leones que resguardan
Chapultepec y el Angel de la Independencia. Chavos veinteañeros, solos o en parejas, parados
sobre las aceras siguen con la mirada los coches manejados por hombres que, muy
despacito, pasan una y otra vez por delante de ellos a la búsqueda de un
sexoservidor.
fin, un carro frena. El conductor, acompañado por una mujer, hace
una señal y un chico muy joven se acerca tímido y nervioso. El contacto inicial
es breve, como si de una contraseña se tratara:Quiúbole, ¿qué haces?Pues aquí trabajando..Y ¿cuánto cobras?Lo que me quieras dar.
El breve diálogo que se entabla a continuación impresiona
por el nivel de desesperación con el que este estudiante intenta venderse.
Según cuenta, el joven necesita dinero para terminar sus estudios y
matricularse en medicina. Para ello es capaz de acceder a todo, a ser activo,
pasivo e incluso a que la mujer también participe en el juego sexual, aunque
apenas puede ocultar que con ella no se siente cómodo.
Le gustan los hombres, lo reconoce, pero no tiene lana y, por eso, lleva ya unas noches
desplazándose en secreto desde su casa en el estado de México hasta el área de
prostitución gay más
conocida de la capital, colindante con la Zona Rosa.La inexperiencia del
estudiante en el trabajo sexual contrasta con la actitud de Félix, de 21 años, sonrisa cautivadora y
cuerpo de gimnasio, muy masculino, bisexual por necesidad y homosexual por
convicción. Se repite el mismo ritual de preguntasrespuestas, esta vez con tarifa de 500 pesos y sin ninguna
vergüenza en el rostro.
Aún no está cerrado el supuesto trato cuando,
de repente, aparece un tercer personaje: una patrulla de la policía se para
frente a ellos, obliga al joven a meterse en el coche y le pide al presunto
cliente la tarjeta de circulación y una identificación personal, tras informarle
que el chavo anda prostituyéndose.Cabe
mencionar que en el DF, por sí mismo, prostituirse no constituye un delito,
aunque se convierte en falta administrativa cuando hay una denuncia de vecinos,
según la Ley de Justicia Cívica de 1999, que también castiga como delito el ,
es decir, a quien prostituye el cuerpo de otro para obtener un beneficio.
Servidor: LUIS ENRIQUE MONFIL CRUZ

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